Todos los años Pantone nos sorprende con la elección de “The Color of the Year”, no solo porque adelanta tendencias sino porque las crea. El color del año es mucho más que una elección estética que se guía por el gusto; es un hecho cultural, socioeconómico y antropológico que tiene que ver con el devenir de la humanidad en un momento determinado.

¿Por qué el blanco roto?

Por eso, no es casual que haya elegido en estos tiempos convulsos, saturado de estímulos e incierto el blanco roto (o dicho en términos técnicos, el Pantone 11-4201 Cloud Dancer). En años anteriores, se eligieron colores que pretendían transmitirnos confianza, energía, estabilidad, creatividad… cada color representaba una emoción. Y de repente, se descuelga con el blanco, un no color, como si el mundo necesitara un descanso, una interrupción… antes de volver a sentir.

En todas las colecciones de Limobel Inwo disponemos de mobiliario en blanco roto. Arriba, conjuntos de sofás y pufs modulares de la serie Bold.

Por primera vez desde que Pantone inició esta tradición en 1999, el color del año es un blanco: un blanco ondulante, matizado y suave que no pretende imponerse, sino acompañar. Es un tono que, más que llamar la atención, invita a respirar.

Cloud Dancer se presenta como un símbolo de influencia calmante, una tonalidad capaz de recordarnos el valor de la quietud en una sociedad que está redescubriendo la importancia de la reflexión pausada. Lejos de ser un blanco frío o industrial, es un blanco “sublime”, impregnado de serenidad y complejo en su aparente simplicidad. Sus sutiles notas beige y grises lo convierten en un blanco roto cálido, acogedor, con la profundidad suficiente para sugerir matices emocionales e interpretativos.

Según Pantone, Cloud Dancer fomenta la verdadera relajación: permite que la mente divague, que la creatividad respire y que la concentración se afiance sin distracciones. En un entorno ruidoso, este color funciona como un susurro. No exige atención: la facilita. No reclama protagonismo: lo comparte. No impone límites: los disuelve para abrir espacio a lo nuevo.

La Vicepresidenta del Pantone Color Institute, Laurie Pressman, lo expresa de forma directa: “Cloud Dancer simboliza nuestro deseo colectivo de empezar de cero. Evoca la acción de desprenderse de capas de pensamiento obsoleto, de ideas rígidas o pesadas que ya no nos acompañan, para dar paso a percepciones frescas y a enfoques renovados”.

Este blanco tenue funciona como un lienzo limpio, un espacio fértil donde las ideas pueden surgir con mayor libertad. Su ligereza abre puertas a la imaginación y permite que nuevas perspectivas —más audaces, más abiertas, menos condicionadas por el ruido externo— tomen forma. Cloud Dancer no es vacío; es posibilidad. No es austeridad; es amplitud.

Para Leatrice Eiseman, directora ejecutiva del Pantone Color Institute, el blanco de Cloud Dancer ofrece una “promesa de claridad” en un momento en que la cacofonía exterior se vuelve abrumadora. La saturación informativa, la prisa permanente y la sobrecarga sensorial dificultan escuchar nuestra propia voz interior. Este blanco aparece como una herramienta de simplificación consciente: una forma de despejar el espacio mental para recuperar la atención, la quietud y el pensamiento profundo.

Eiseman también destaca que Cloud Dancer encarna una sensación de “plenitud ingrávida”, una cualidad que lo vincula con formas suaves, textiles acogedores y diseños adaptables. Es un blanco que se siente vivo, no estático; expansivo, no plano; emocional, no clínico.

Por segundo año consecutivo —tras el Mocha Mousse de 2025— Pantone elige un color cuyo nombre sugiere textura y sensación. Pero mientras el tono del año pasado evocaba lo aterciopelado y cálido, Cloud Dancer habla de ligereza, flotación y libertad.

Cloud Dancer se distingue de los blancos estériles, “de fábrica”. Su autenticidad orgánica lo hace especialmente atractivo en disciplinas creativas como la moda, la cerámica, el interiorismo o la artesanía contemporánea. En entornos domésticos aporta serenidad sin frío; en objetos hechos a mano revela imperfecciones bellas, pequeñas huellas humanas que le otorgan carácter.

En diseño interior, funciona como un refugio de limpieza visual, un espacio donde la función y el sentimiento se entrelazan para crear atmósferas equilibradas y elegantes. Puede suavizar textiles pesados, aportar fluidez a cortinas densas, elevar el confort de sillones y edredones o servir de marco para materiales naturales como la madera, el lino o la cerámica sin esmaltar.

En moda, su neutralidad intencional lo convierte en un punto de partida para colecciones que buscan transmitir equilibrio, sofisticación discreta y minimalismo emocional.

El 2026 se perfila, según muchos expertos, como un año de transición y redefinición colectiva. La atención creciente hacia lo natural, hacia los tonos terrosos, los verdes bosque y los marrones arraigados indica un deseo de volver a lo esencial. Y sin embargo, Pantone propone mirar no a la tierra sino al cielo; no hacia lo que pesa, sino hacia lo que flota.

Cloud Dancer representa un punto de inflexión: un color que no compite, sino que sostiene; que no sobresatura, sino que ilumina. Su versatilidad lo convierte en un aliado de colores vivos o intensos, pero también puede sostener escenas monocromáticas construidas sobre texturas, sombras y volúmenes.

Elegir Cloud Dancer como Color del Año 2026 es una invitación colectiva a recuperar la introspección, a abrazar el silencio, a mirar hacia dentro con paciencia. Es un recordatorio de que la creatividad no siempre surge del ruido, sino a menudo del espacio que dejamos entre un pensamiento y el siguiente.

Cloud Dancer es un susurro de tranquilidad en un mundo ruidoso. Una pausa. Una respiración. Una página en blanco, lista para reescribir el futuro con claridad, sensibilidad y una renovada conciencia de lo esencial.

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