Una silla para todo
La silla Tolix se ha convertido en toda una seña de identidad del vintage. Su diseño, fácilmente reconocible, no puede faltar en espacios de aire shabby chic o de estilo industrial. Pero, ¿cómo es posible que, tras años de olvido, se recatara este diseño de los años 30 y llegara a tener tanto éxito en pleno siglo XXI? Todo tiene su explicación.
El impacto del shabby chic
El siglo XXI se estrenó en pleno auge del estilo shabby chic, hipnotizando al personal por su aire desenfadado y algo destartalado. De hecho, “shabby” significa desgastado, lo que adelanta la filosofía de esta corriente estética (nacida, según unos en Gran Bretaña, y otros, en Estados Unidos), que encuentra la belleza en las cosas viejas y desgastadas. La impulsora de esta estética fue la interiorista inglesa Rachel Ashwell, que encontró en los cottages de la campiña británica un filón inspirativo que reavivó con un prisma nuevo, de finales de los años 80. Así, rescató de las alacenas desvencijadas, las vajillas de porcelana desparejadas, las sábanas y manteles de hilo bordado, los mullidos sofás de terciopelo, los textiles con patrones Liberty y un sinfín de diseños antiguos, o vintage, que atavió de colores suaves, pastel y luminosos blancos, que daban un aspecto mucho más rejuvenecido al viejo mobiliario y adornos desfasados. Desde luego, atinó de lleno.
El estilo industrial
El otro movimiento que irrumpió con fuerza a finales del siglo XX fue un renovado estilo industrial, que introducía en la estética actual elementos propios de las fábricas y oficinas neoyorquinas de los años 40 y 50, con un deje nostálgico por los muebles metálicos, paredes de ladrillo, tuberías vistas y maderas desgastadas. La conjunción de estas dos corrientes, el shabby y el industrial, generó un gusto por lo vintage y lo añejo especialmente interesante, porque de alguna manera se dejaban de lado las formas y materiales ultramodernos que habían reinado en el último cuarto de siglo, para volver los ojos hacia las estética de la primera mitad de siglo, la era premoderna.
El reciclaje en tiempos de crisis
Sin duda, este vuelco teñido de cierto romanticismo por aquello de “todas las épocas pasadas fueron mejores”, funcionó de lujo en las primeras décadas de siglo, azotados por las crisis de 2008. La innovación y el exceso, las líneas imposibles y las formas futuristas daban paso a un clasicismo reciente, que optaba por la recuperación de muebles de toda la vida. Desempolvar las viejas alacenas, restaurar sillas viejas, recuperar alfombras raídas fue todo un movimiento que dio mucho trabajo pero que, en época de crisis, movilizó a la sociedad en busca de soluciones decorativas que no implicaran gastar en objetos y muebles nuevos.
Una silla con historia
Es, en es momento, cuando se redescubre la silla Tolix como pieza icónica que materializa lo vintage, el shabby y el estilo industrial. Y es que la silla tiene también su historia antigua.
Xavier Pauchard (Le Morvan, Francia, 1880-1948) fue el joven empresario que diseñó la primera silla Tolix, después de años de investigación sobre el proceso de galvanización. A pesar de criarse en una zona eminentemente maderera, su padre y abuelo se dedicaban a la metalistería en zinc. Desde joven experimentó en busca de procesos que evitaran la oxidación por medio del galvanizado, que consiste en sumergir el hierro o acero en zinc fundido para crear una capa externa muy resistente, que es casi totalmente inmune a la degradación. A partir de entonces, inició una etapa de fabricación de sillas, taburetes y mesas de metal, con su propia empresa, que primero llamaría X Pauchard, y poco después, en 1930 Tolix. En 1937 diseña la silla A o Tolix y, a partir de su estructura, desarrolla toda una tipología de sillas que se convirtieron en una colección.
Una solución para el exterior
El éxito fue inmediato y sembró los restaurantes y terrazas de París de su diseño. Las ventajas eran evidentes: ligera, resistente y funcional para este tipo de espacios. Los orificios del asiento permitían que el agua se evacuara y resistir mejor la intemperie.
Con el tiempo, Pauchard realizó varias modificaciones, entre ellas, la más importante, poder apilar hasta 25 sillas, haciendo la estructura más fina. Este nuevo diseño supuso un espaldarazo que traspasó los cafés de París, para instalarse en oficinas, fábricas y escuelas de todo el mundo.
Hoy goza del prestigio de ser una de las sillas más vendidas en todo el mundo y ha ser parte de la colección permanente del MOMA de Nueva Youk o del Museo Pompidou de París.
El presente y el pasado
La empresa siguió en manos de la familia Pauchard hasta 2004, que fue adquirida por la diseñadora Chantal Androit. Con la colaboración de los diseñadores Jean-François Dingjian y Eloi Chafaï de Normal Studio, su objetivo ha sido mantener la esencia del diseño, pero con nuevos modelos (mesas, bancos, taburetes, etc.), logrando así la permanencia de la marca Tolix y su expansión.
No obstante, el diseño de Pauchard no está exento de dudas, ya que en los años 20, antes de la aparición de la silla A, otro francés, Joseph Mathieu, creo una silla, también de metal y apilable, sospechosamente parecida de nombre Multipl’s, que os mostramos en la imagen de arriba. ¿Qué pensáis? La polémica está servida.
La silla Tolix en entornos laborales
La silla Tolix no es, sin duda, una silla de trabajo. Se podría clasificar como una silla “social”, para alternar con otras personas. Ha sido muy utilizada como silla de comedor, tanto interior como exterior. No obstante, en las oficinas modernas las encontramos frecuentemente en espacios sociales –zonas de comedor, meeting points, cafeterías, etc.–, así como alrededor de mesas de reunión. Su variedad de formas (taburetes altos y bajos, sillas con brazos y sin) y acabados coloristas hacen de esta silla un icono del diseño, sobre todo, en oficinas de estilo industrial, donde nunca fallan.
Fotos: OfficesSnapshots